La migraña es una enfermedad neurológica que se manifiesta principalmente entre los 35 y los 45 años de edad. Es también más frecuente en mujeres.

Se caracteriza por la presencia de una cefalea con intensidad moderada o severa, espulsátil(genera la sensación de que la cabeza late) y se siente generalmente en un solo lado de la cabeza.

Un episodio de migraña puede durar algunas horas o hasta 2 o 3 días sin tratamiento. Generalmente suele darse acompañado de otros síntomas como náuseas, vómitos, sensibilidad a la luz y al sonido.

No obstante, la duración y la frecuencia de la migraña varían en cada persona, puede ser:

  • episódica (de 4 a 15 episodios en el mes),
  • crónica (dolor de cabeza intenso, muchas veces pulsátil, por más de 15 días en un mes, con una duración mayor a las cuatro horas por episodio y con una persistencia mayor a los tres meses).

La migraña crónica es la complicación más frecuente de la migraña. Se estima que afecta a un 2% de la población adulta a nivel mundial.

Produce de cuatro a seis veces más discapacidad, disminución de la productividad y alteración de la calidad de vida que la migraña episódica.

Hay algunos factores que inciden en el desarrollo de la migraña crónica que no son modificables (como el sexo femenino) y otros que son (al menos parcialmente) modificables como la ansiedad, depresión, apnea del sueño/ronquido, obesidad y el consumo de analgésicos y cafeína.

Migraña: el riesgo de abusar de los analgésicos
De acuerdo a un trabajo reciente liderado por Marco Lisicki, coordinador del Equipo de Cefalea del Instituto Conci Carpinella, alrededor de un 10% de la población adulta en nuestro país padece migraña y entre ellos, alrededor de un 2% consume analgésicos casi todos los días.

Esa ingesta los sitúa por fuera del margen de seguridad en términos de efectos secundarios, ya que acarrea un alto riesgo de toxicidad, advierte la investigación realizada en conjunto con el Grupo de Dolor de Cabeza de la SNA.

«Muchas veces se minimiza esta enfermedad pensando que es un simple dolor de cabeza y esto trae múltiples complicaciones, desde el abuso en la toma de medicamentos para tratarla -que puede incluso generar el efecto contrario- hasta la frustración porque muchos de nuestros pacientes se sienten incomprendidos», afirmó el médico neurólogo Pablo Schubaroff, jefe del Hospital Dr. Bernardo Houssay y miembro del grupo de trabajo en cefaleas de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA).

Y añadió que también la comunidad médica muchas veces subestima a la migraña, «a pesar de ser una patología de alto impacto».

Cómo diferenciar la migraña de otro dolor de cabeza
Quienes no sufren episodios de migraña con frecuencia, es posible que confundan sus síntomas con los de un dolor de cabeza (o cefalea) regular. Aunque en realidad la migraña se trata de un tipo de cefalea con características únicas.

La cefalea tensional, que se produce por tensión debido a la falta de sueño, el estrés o los efectos del alcohol, es una de las cefaleas (o dolores de cabeza, como se los llama comúnmente) más habituales. Su dolor se caracteriza por ser opresivo, de leve a moderado, pero constante.

Por lo general, se percibe como una presión o tirantez a ambos lados de la cabeza, en la frente y/o en la nuca y no suele presentarse acompañado de otros síntomas. Puede aparecer a cualquier edad, pero es más común en adolescentes mayores y en adultos.

En cambio, la migraña es hemicraneal, es decir que el dolor que produce se localiza en la mitad de la cabeza y es pulsátil.

Los dolores detrás de los ojos también se asocian con la migraña. Y, como se dijo anteriormente, también suele presentarse junto a otros síntomas, como náuseas, vómitos, fotofobia o fonofobia (molestias al ver luces o escuchar sonidos).

Además, empeora con la actividad, por lo que las personas con ataque de migraña necesitan usualmente quedarse quietas o acostadas, en un lugar oscuro y silencioso.

Migraña: consulta neurológica
Según datos de la Sociedad Internacional de Cefaleas -que este mes realiza en Buenos Aires la primera Conferencia Regional sobre Cefalea-, la mitad de las personas con migraña no realiza consultas médicas y otro 50% se encuentra sin diagnóstico y sin tratamiento.

En tanto, de acuerdo a datos de la Sociedad Neurológica Argentina, la mitad de las personas afectadas por este cuadro solo hacen una consulta anual.

«La mayoría utiliza fármacos de venta libre y muy pocos consultan a un médico por su dolor. En la salud pública es a menudo menospreciada, quizás por su naturaleza episódica y por la ausencia de mortalidad de esta enfermedad», coincidió con sus colegas Daniela Calvo, médica neuróloga de la Fundación FLENI.

Y sumó la preocupación por el subdiagnóstico de la migraña: «No siempre se diagnostica y por consiguiente no se la trata, por eso, es difícil hacer evaluaciones reales sobre el impacto de esta dolencia».

«Por suerte en casi todas las provincias del país tenemos profesionales dedicados a tratar la migraña. Es importante que los pacientes los identifiquen y se acerquen a ellos», alentó Lisicki, que es docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba.

Migraña: un diario clave
Lisicki también apuntó que «tener la predisposición no es lo mismo que tener la enfermedad» y que «existen múltiples factores modificables que ayudan a que la migraña no se manifieste o se manifieste de una forma mucho menos severa».

Según el especialista, cuando una persona es diagnosticada con migraña es fundamental llevar un «Diario de cefaleas» (existen diversas aplicaciones que pueden ser de ayuda).

¿En qué consiste? En llevar un registro que permite identificar posibles desencadenantes que favorecen la aparición de la migraña.

En la actualidad, sostiene el profesional, el «Diario del dolor de cabeza» es la mejor herramienta de la que se dispone para elegir la alternativa de tratamiento más apropiada para cada paciente.

Los factores que pueden funcionar como desencadenantes de la migraña -y que deberían consignarse en el diario- son:

Situaciones de estrés y ansiedad.
Estímulos sensitivos (luces brillantes, sonidos altos o ruidos, ciertos olores).
Cambios hormonales como los que se producen durante el ciclo menstrual, el embarazo, la menopausia.
Cambios en los patrones regulares del sueño (dormir mucho o poco).
El consumo de cafeína, bebidas alcohólicas, tabaco.
Ciertos alimentos como el chocolate, los enlatados, los embutidos, quesos duros o alimentos muy salados y procesados.
Aditivos alimentarios: como algunos edulcorantes (aspartamo) y conservantes (glutamato monosódico).
Ayuno prolongado.
Algunos medicamentos: anticonceptivos o vasodilatadores. El uso excesivo de analgésicos puede generar un efecto contrario.
Cambios climáticos (mayor temperatura, humedad, cambios repentinos en la presión o la altitud. Incluso muchas personas son sensibles al cambio de uso horario de verano o viajes a través de zonas horarias).
Llevar un diario ayuda a determinar la severidad de la enfermedad en virtud del número de ataques mensuales que padece el paciente.

No sólo es importante cuantificar la cantidad de días con crisis sino también llevar un registro de lo que se denomina «días claros», que son los días en que los pacientes se sienten absolutamente libres de dolor o molestias, explicó el especialista.

Más adelante, pasada la etapa de diagnóstico, el diario sigue siendo un instrumento fundamental para evaluar la respuesta al tratamiento, mes a mes, reflejada por una reducción en la intensidad y frecuencia de los ataques.

«No darle importancia a la enfermedad puede traer complicaciones. Puede llevar, en principio, a una cefalea secundaria que se denomina cefalea por abuso de medicación, esto además puede llevar a la cronificación del dolor», planteó Schubaroff.

Y señaló que el tratamiento debe ser multidisciplinario: psicología, kinesiología, terapia conductual.

Sobre el diario, coincidió Calvo en que «es muy importante» en pacientes bajo tratamiento y/o seguimiento, llevar un registro del número de episodios y de la cantidad de analgésicos usados.

«Para el médico tratante es una forma objetiva de conocer los resultados del tratamiento instaurado», explicó.

¿Se cura la migraña?
Si bien la migraña es una enfermedad que no tiene cura, es controlable, y existen distintas alternativas, terapéuticas y focalizadas en cambios de hábitos, que permiten un alivio de los síntomas, la prevención de nuevas crisis y por consiguiente una mejora de la calidad de vida de los pacientes.

«Es importante que ningún paciente quede con la sensación de que no hay nada más para hacer o que ya hizo absolutamente todo, porque siempre hay algo más para revisar, algo más para ver, que va a mejorar su dolor de cabeza y va a mejorar su posición frente al dolor», afirma Fiorella Martin Bertuzzi, especialista en Neurología y Docencia Universitaria de la sección de Cefaleas del Hospital Italiano.

Tratamiento de la migraña
El tratamiento tiene como objetivo reducir la frecuencia e intensidad de la duración de las crisis, para que el paciente pueda tomar control de su vida.

«Muchas veces se logra rápidamente con un esquema de medicación preventiva o con un ajuste en la medicación de rescate», dijo Bertuzzi.

En otras ocasiones, son son necesarias modificaciones más radicales, que implican cambios de hábitos, que involucran la actividad física, la alimentación, el sueño, el manejo del estrés.

Ese enfoque integral también prevé «trabajar sobre la resiliencia, porque es muy importante aprender a convivir y a sortear tanto los desencadenantes como apoyarnos en las cosas que nos generan gusto, placer, que nos evitan el dolor de cabeza».

«No siempre logramos el 100% de desaparición del dolor porque es una condición genética, porque depende de muchísimos factores, pero es muy importante que con el tratamiento logramos una buena gestión, recuperamos la calidad de vida, recuperamos el control sobre las crisis», concluyó la médica.

Fuente: Centro de investigación médica Fleni- entrevistas diario Clarín.

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