La salud del sistema digestivo es esencial para el bienestar general; sin embargo, suele ser subestimada hasta que aparecen molestias o enfermedades.
Por ello, cada 29 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Salud Digestiva, una iniciativa promovida por la Organización Mundial de Gastroenterología (WGO, por sus siglas en inglés), que desde 2005 busca difundir información clave sobre cómo prevenir afecciones digestivas a través de estilos de vida saludables.
Este día se convierte en una oportunidad para reflexionar sobre nuestras costumbres alimenticias y reforzar la educación sanitaria en torno a trastornos como el colon irritable, gastritis o el reflujo.
Un sistema vital que exige atención diaria
El tracto digestivo se extiende desde la boca hasta el recto e involucra órganos clave como el estómago, el intestino delgado, el colon, el hígado y el páncreas. Su funcionamiento adecuado garantiza que los alimentos se transformen en energía y nutrientes esenciales para el organismo. Sin embargo, diversos factores alteran este delicado equilibrio. Dietas ricas en grasas saturadas, escasa ingesta de fibra, sedentarismo y ansiedad pueden desencadenar patologías crónicas.
En los últimos años, estudios han revelado el impacto de la microbiota intestinal en la salud general. Este conjunto de bacterias beneficiosas no solo facilita la digestión, sino también regula el sistema inmunológico y afecta el estado de ánimo. La alteración de esta flora se vincula con enfermedades como la colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn o incluso trastornos metabólicos.
Cuidar la salud digestiva requiere más que medicamentos: implica un compromiso cotidiano con el propio cuerpo.
Enfermedades gastrointestinales, un problema silencioso
Muchas afecciones digestivas comienzan con síntomas sutiles que los pacientes suelen ignorar. Hinchazón abdominal, acidez frecuente, náuseas o irregularidades en las deposiciones son señales de alerta. Trastornos como el síndrome del intestino irritable afectan a millones de personas y, aunque no representan una amenaza inmediata, impactan gravemente la calidad de vida.
Educación y prevención desde la infancia
Los hábitos alimenticios se construyen desde los primeros años de vida. Por ello, inculcar prácticas saludables en niños y adolescentes es fundamental para asegurar una buena salud digestiva a largo plazo. La educación en casa y en las escuelas debe abordar el valor de una dieta rica en fibra, frutas, verduras y agua, así como la reducción de productos ultraprocesados.
Los pediatras coinciden en que el sistema digestivo infantil requiere cuidados especiales. Introducir alimentos de forma progresiva, evitar el exceso de azúcares y promover la actividad física son medidas simples que pueden tener un impacto duradero. Invertir en salud digestiva es también apostar por generaciones futuras más saludables.
La salud emocional también se refleja en el estómago
Existe una conexión directa entre el sistema nervioso y el aparato digestivo, conocida como eje intestino-cerebro. Las emociones fuertes, el estrés prolongado o los cuadros de ansiedad pueden provocar síntomas físicos como náuseas, dolor abdominal o diarrea, sin que exista una causa orgánica identificable.
Este vínculo ha sido ampliamente estudiado y reconocido por la medicina moderna. El intestino, a menudo llamado “segundo cerebro”, alberga neuronas que se comunican con el sistema nervioso central, afectando la digestión y viceversa.
Reconocer que la salud mental incide directamente en el bienestar digestivo es clave para brindar una atención integral al paciente. La mente y el estómago, al final, no están tan lejos.
Infobae/salud